lunes, 7 de marzo de 2016

Haití, antes y después del Terremoto



El 12 de enero del año 2010, un terremoto de magnitud 7 en la escala Richter arrasó la capital de Haití, Puerto Príncipe, y los núcleos de población aledañas causando la muerte a más de 316.000 personas, hiriendo a 350.000 y dejando sin hogar a 1,5 millones de haitianos de los 9 millones que habitan el país (cifras aproximadas).  El palacio presidencial quedó semiderruido, el resto de edificios administrativos y gubernamentales quedaron destruidos, la sede de la ONU en la capital se vino abajo causando la muerte a 102 trabajadores de la Organización. Con los organismos públicos venidos abajo, los ciudadanos se quedaron desamparados durante las primeras horas después de la catástrofe. 

El 20 de enero, al terremoto inicial se le unió otro de magnitud 6.1 que volvió a sacudir Puerto Príncipe derribando muchas de las construcciones que habían aguantado al primero. En los meses posteriores, la tormenta tropical Hanna, sucedida por los huracanes Ike y Tomás, causó la muerte de 266 personas debido a las fuertes inundaciones. A causa de la insalubridad de las aguas a la que tenía acceso la población, se declaró, en octubre de 2010, una epidemia de cólera que dejó más de 1000 afectados y acabó con la vida de al menos 600 personas.

Palacio Presidencial antes y después del terremoto.

Ante la catastrófica situación, la comunidad internacional se movilizó de pleno. El gobierno del país con el que comparte isla, la República Dominicana, creó un puente aéreo que facilitó la llegada de la ayuda humanitaria al quedar el aeropuerto de Puerto príncipe inservible. El Banco Mundial declaro que realizaría una aportación de 100 millones de dólares para ayudar a la recuperación al que se unió la Unión Europea con una aportación de 618 millones de dólares. Estados Unidos, por su parte, mandó a 7.500 soldados que se unían a los 5.800 que ya se encontraban en la zona en ese momento para ayudar a mantener la seguridad en la capital, donde ya se habían producidos numerosos saqueos y violaciones, así como para ayudar en las labores de rescate de las personas que aún quedaban bajo los escombros. En marzo de ese mismo año, durante una conferencia que reunía a representantes de los países dispuestos a ayudar al país caribeño, la comunidad internacional se comprometió a aportar 3.800 millones de dólares para la reconstrucción en un plazo de 18 meses mediante un compromiso firmado por las delegaciones ahí reunidas y los presidentes de la República Dominicana y  de Haití.

Como ya hemos podido comprobar en numerosas ocasiones, los gobiernos y los ciudadanos de los países desarrollados se vuelcan para ayudar en todo lo que se pueda a las poblaciones afectadas por alguna catástrofe, se inician campañas de recaudación de donativos, los medios de comunicación desplazan a corresponsales a la zona, los gobiernos prometen mandar toda la ayuda que puedan dispensar, los cantantes de turno hacen conciertos benéficos y canciones conmemorativas de la tragedia… Pero, a medida que pasan los meses, nos vamos olvidando del país afectado haya mejorado las condiciones de vida de las personas o no. En este caso en especial, muchísimos dirigentes políticos prometieron que la situación, económica, política y social de Haití iba ser mucho mejor que en la que se encontraba antes del terremoto. Por este motivo, me dispongo a realizar un análisis de la situación de Haití antes y después del terremoto del 2010 para comprobar si de verdad las promesas de la comunidad internacional se han cumplido o están en vías de llegar a buen puerto o sí, por el contrario, al olvido mediático le ha acompañado el olvido político. 

Alberto Ruíz Gallardón con un niño haitiano.

Para llevar a cabo una comparación de la realidad de Haití antes y después del catastrófico terremoto, nos basaremos en tres factores claves: la estabilidad política, la situación económica y los niveles de delincuencia. Como han pasado 6 años desde el suceso, el “antes” lo formaran los años desde 2004 hasta 2010 y el después desde 2011 hasta la actualidad. 


Antes del terremoto (2004 – 2010)

-          Política.

El año 2004 trajo para Haití un levantamiento en armas contra el por entonces presidente, Jean-Bertrand Aristide, que, a la postre, acabaría provocando su dimisión y marcha al exilio.

La crisis política se inició con las elecciones presidenciales del año 2000, cuando el mencionado presidente ganó por una abrumadora mayoría (91,69%). Los grupos de la oposición, que se encontraban divididos en muchos grupos pequeños, protestaron por estas elecciones al considerar que había habido un amaño flagrante.  Terminada la jornada electoral, cuando se estaba procediendo al recuento de las papeletas, hubo un apagón de luz generalizado en la capital del país que, según declararon los portavoces de la oposición, permitió la entrada y salida de grupos policiales en los colegios electorales llevándose consigo una victoria para Aristide. Como dato curioso, a la mañana siguiente Puerto Príncipe amaneció cubierta de papeletas electorales de los candidatos opositores. Como consecuencia de esto, la oposición en bloque boicoteó las elecciones generales, donde se elegía a los diputados para el Congreso, dejando vía libre para que fuera copado por personas afines al presidente electo. 

Haitiano con la fotografía de Bertrand Aristide.

A raíz de estas desastrosas elecciones, se produjeron multitud de manifestaciones que acabaron provocando la entrada de un grupo armado en el palacio presidencial en diciembre del año 2001 con la intención de dar un golpe de estado. Horas después, ya de madrugada, los golpistas huyeron en camionetas del lugar abriendo fuego contra los soldados gubernamentales que los superaron en número y fuerza. Durante los meses posteriores la inestabilidad continuó, las manifestaciones y boicots fueron continuados, se produjeron ocupaciones de edificios gubernamentales y todas las medidas propuestas por organismos más o menos parciales, como la Iglesia del propio país, fueron rechazadas de manera sistemática por la oposición. Todo esto generó el caldo de cultivo perfecto para el levantamiento armado que tendría lugar a comienzos del año 2004. 

El 5 de febrero de 2004, un grupo rebelde conocido como “Frente para la Liberación y la Reconstrucción Nacional”, inicia una rebelión armada contra el gobierno de Aristide en la ciudad de Gonaïves y rápidamente se extiendo a otras ciudades del norte del país. A este primer grupo hostigador se le une otros muchos formando así un Frente de Resistencia. Muchos de los golpistas del año 2001 vuelven a Haití para unirse a los rebeldes. Diez días después, el 50 por ciento del país se encuentra en manos rebeldes. Francia y Estados Unidos juntos con la Comunidad del Caribe (Caricom), proponen un plan para solventar la crisis de manera pacífica ocupando ellos el papel de mediadores con el respaldo de la ONU. La propuesta presentada a todos los grupos políticos consistía en dejar que Aristide completara su mandato (Finalizaba en el 2005) a cambio de que tras su finalización el poder recayera en manos opositoras previo paso por unas elecciones. Los opositores se niegan a aceptarlo y los rebeldes amenazan con declarar la independencia del territorio bajo su control. Ante el rechazo del plan y el continuo avance del Frente de Resistencia, multitud de países piden a sus ciudadanos residentes en Haití que abandonen el país y todo el personal de las embajadas es evacuado. Estados Unidos despliega soldados en la zona para evitar una posible emigración masiva hacía su territorio. Con la comunidad internacional pidiendo su dimisión como único camino para solventar el levantamiento armado y con los rebeldes a las puertas de Puerto Príncipe, el presidente Aristide abandona el país con dirección a Sudáfrica (único país que muestra apoyo al presidente)  La ONU dicta la resolución 1529 con la cual permite formar una coalición de fuerzas internacionales para intervenir en Haití y pacificar el país hasta las elecciones generales que estaban por venir. Los rebeldes aceptan la intervención internacional y reconocen la presidencia provisional ocupada por el juez del tribunal supremo de Haití, Boniface Alexandre.

Soldados del frente armado contra Aristide.

Tras el cese de la violencia en el país caribeño, países europeos, incluida España, mandaron destacamentos de soldados que se unían a los que Estados Unidos ya tenía desplegados en la zona para asegurar la pacificación del territorio, asegurar el buen desarrollo de las elecciones, cuya realización había sido pactada por todos los partidos y la sociedad civil haitiana para el año 2005, y una segura puesta en marcha del gobierno que resultara elegido. La ONU, por su parte, decidió pedir a los países miembros la cantidad de 32 millones de dólares para cubrir las necesidades básicas de los pueblos y ciudades afectados por la revuelta armada y los posteriores huracanes que la sucedieron.

Aunque las elecciones fueron programadas para algún momento del año 2005, ante la imposibilidad del gobierno provisional de poner en marcha la infraestructura necesaria para que el sufragio se pudiese realizar y ante la inestabilidad social se realizaron, gracias a que los emisarios de la ONU decidieron hacerlo por ellos mismos, el 15 de febrero de 2006. 

Casco Azul de la ONU con niños haitianos.

El desarrollo de la jornada electoral fue en extremo caótica. La escasa cantidad de colegios electorales abiertos provocaron grandes aglomeraciones y una gran frustración en la ciudadanía que acabó degenerando en enfrentamientos. Al finalizar la jornada se contabilizaron 3 haitianos fallecidos. 

De entre los 34 candidatos que se presentaron a estas elecciones presidenciales salió vencedor René Preval, persona afín al líder derrocado Aristide, con 992.796 votos a favor de un total de 2.093.947 votos emitidos que suponen el 51,21 por ciento (datos ofrecidos por la Junta Electoral Provisional del país caribeño). Estas elecciones, como no podía ser de otra manera, sufrieron acusaciones de amaño por muchos de los partidos de izquierda, incluido el del presidente electo,  al haberse abierto tarde y mal los colegios electorales de las zonas más pobres mientras que los de la zona rica no sufrieron ningún percance, pudiéndose desempeñar la jornada electoral con total normalidad. Aunque la victoria de Preval en las elecciones suscitaron cierto miedo en los gobernantes norteamericanos y europeos, se ha convertido en el primer presidente de Haití que logra completar un mandato (2006 – 2011) y que, al finalizar la presidencia, cede el testigo de manera voluntaria.


-          Economía.

Para poder entrar ya en materia económica os presentare a continuación datos que han sido ofrecidos por la Cruz Roja y por la ONU.

Haití era el país más pobre de toda América, ocupando el puesto 145 de 177 países en relación al Índice de Desarrollo Humano (índice que computa parámetros tales como la calidad de la vida, el nivel educativo y el acceso a la misma y la riqueza). Según datos ofrecidos por Cruz Roja Española, el 58% por ciento de los haitianos sólo disponían de 1.25 dólares al día para vivir, con una renta per cápita (este indicador muestra la relación entre el valor de los productos producidos por el país en cuestión y la población total del país, indicando así la posible distribución de la riqueza y señalando, por tanto, la calidad de vida) de 660 dólares. Cantidad paupérrima si la comparamos con los 9000 dólares del país con el que comparte isla, recursos y ecosistema, la República Dominicana. El 58% no tenía acceso a agua potable y el mismo porcentaje de niños sufrían malnutrición. Ya, antes del terremoto, el 44 por ciento de las personas no tenían acceso a la atención medica por los elevados costes de la mismas. El 80% de los haitianos en edad de trabajar se encontraban en paro y en torno a la totalidad de los ciudadanos con un nivel educativo aceptable se habían marchado al extranjero. 

Uno de los principales factores que marcan el porqué del inmenso abismo que separa a Haití de la República Dominicana, es la política forestal que han seguido cada uno. Mientras que en su vecino se ha protegido el terreno, manteniendo una cubierta forestal sostenible que le ha permitido prosperar, Haití deforestó la mayor parte de su territorio dejando un terreno estéril del que no se podían sacar ningún recurso y dificultando el acceso de agua potable a la población. 

Frontera entre Haití y República Dominicana.

Se estima que el 85 por ciento de los habitantes de Puerto Príncipe vivían en los “bidonville”, las favelas o chabolas de los haitianos, hecho clave para comprender porqué el terremoto provocó tamaña crisis humanitaria. 

El Estado subsistía a base de las donaciones que estaban realizando países como Estados Unidos desde los años 90, llegando a alcanzar entre el 30 y el 40 por ciento de todo el presupuesto nacional. Hecho que haría que un año antes del terrible terremoto su deuda externa alcanzasen los 1.300 millones de dólares, inasumible para las arcas del Haití que únicamente dejaban como alternativa al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial cancelar esta deuda. 

Familia haitiana.

A pesar de la pobreza en la que se encuentran una gran parte de los haitianos, la tasa de criminalidad no es, ni mucho menos, de las más altas de los países caribeños. La tasa de asesinatos, por ejemplo, se ha mantenido a lo largo de la primera década de los 2000 y los años posteriores al terremoto por debajo de los 10 asesinatos por cada 100.000 habitantes. En la República Dominicana se encuentra en 25 por cada 100.000 y en Colombia, por ejemplo, es de 37 asesinatos por año.


“Después” del terremoto (2011-Actualidad)

-          Economía.

Los datos económicos ofrecidos en los párrafos anteriores no sólo no han mejorado sino que se le han unido otros problemas significativos. El seísmo provocó que todos los “bidonvilles” quedaran inservibles, dejando a un millón y medio de haitianos sin hogar y teniendo como único techo disponible los campamentos de desplazados levantados por la ONU. Actualmente, se estima que 80.000 personas continúan viviendo bajos las lonas en los pocos más de 100 campamentos que hay repartidos por la periferia de la capital. Según declaraciones de los propios haitianos, ahora mismo se están viendo expulsados de los campamentos por las fuerzas del orden sin ofrecerles una alternativa habitacional. 80.000 personas han pasado de vivir en casas de madera y contrachapado a simples lonas de plástico para tener que quedarse finalmente en la calle en poco más de 6 años porque la comunidad internacional, junto con un Estado haitiano incapaz de tomar decisiones, no han corregido un déficit de vivienda que ya existía antes del terremoto. 

Campamento de la ONU para desplazados por el terremoto.

El centro de estudio “Fund for Peace” realiza, desde el año 2005, una lista con los “estados fallidos”, aquellos que no pueden hacerse cargo del suministro de servicios básicos o su autoridad está mermada por cualquier tipo de situación. En ella se incluyó por primera vez a Haití en el año 2008 y desde entonces ha permanecido en la lista ininterrumpidamente por encima, incluso, de países como Irak o Afganistán. Es lógico que durante el 2011 se pudiera considerar como Estado fallido puesto que alrededor del 25 por ciento de los funcionarios perecieron con el terremoto y la mayoría de las infraestructuras quedaron inservibles, dejando a los haitianos prácticamente sin instituciones públicas, pero no es justificable que en los cuatro años posteriores no se haya corregido esto, a tenor de lo que declararon en su momento la comunidad internacional. 

La Unión Europea y los Estados Unidos prometieron que reconstruirían todo el sistema estatal, dotándolo de poder mediante la canalización de la mayor parte de la ayuda financiera a través de los distintos niveles de gobierno, para que la población pudiera ver que volvían a contar con un sistema público funcional preocupado por sus necesidades. En la actualidad, tan sólo el 1 por ciento del dinero para la ayuda social y el 16 por ciento de la ayuda para la reconstrucción han pasado a las arcas del sistema público haitiano. A esto se le añade el hecho de que la Unión Europea entregó el 77 por ciento de los recursos para la reconstrucción de Haití a empresas europeas, permitiéndoles con esto acudir al territorio y construir lo que ellos consideraran oportuno, independientemente de que hubieran otro tipo de infraestructuras más necesarias para la población. 

Barack Obama junto con el Presidente de Haiti, Rene Preval.

Bill Clinton, al igual que otros muchos ricos estadounidenses, aprovecha su posición económica dominante para llevar a cabo obras benéficas, no sólo con la intención de hacer una buena obra que mejore su “karma” sino, también, para lograr una mejora de imagen pública que le acabe repercutiendo algún beneficio. Por ello, utilizó la figura de un presidente haitiano con un escaso poder de acción real para lanzar la campaña “Haiti: open for business” dotada de un gran poder económico proveniente de instituciones públicas y privadas norteamericanas. Gracias a su buena obra, Puerto Príncipe cuenta ahora con el hotel de lujo “Royal Oasis” y en breve contará con un nuevo aeropuerto ubicado cerca de donde se están construyendo cerca de 10 resorts de lujo y un campo de golf. Todo esto, claro está, en manos extranjeras.

Hillary Clinton en una conferencia de Haiti, Open for Business.

Al negocio turístico se le añade la industria textil. Empresas americanas, auspiciadas por el gobierno de su país, han abierto fábricas en el país caribeño para aprovechar los bajos costes de la mano de obra y de los recursos necesarios para la fabricación de sus productos. Los trabajadores de las fabricas han denunciado los bajos salarios que reciben (3,3 euros al día) y su imposibilidad para alimentar a sus familias con este sueldo. 

Recordemos que el terremoto afectó a puerto Príncipe y alrededores mientras que otras zonas del país no se vieron afectadas, por tanto, la financiación debería ir destinada a la reconstrucción de la capital, sería lógico y normal… Pues no, muchos complejos industriales se han ubicado muy lejos del epicentro del terremoto, desalojando a haitianos de sus casas y construyéndolas en zonas fértiles que podían haber dado muchos más recursos a los residentes de estas zonas, si se les hubiera provisto de las técnicas y herramientas necesarias para ello. De los 40.000 puestos de trabajo que prometieron para los haitianos se han creado menos de 5.000. 

Trabajadores de una fabrica de Haití.

Con todo esto, todavía hay 800.000 haitianos que precisan de atención humanitaria urgente, la pobreza sigue oscilando el 80 por ciento, el acceso a una vivienda digna resulta mucho más difícil que antes del terremoto y el acceso a la educación siguen siendo realmente difícil para la gran cantidad de niños haitianos. Muchos de estas personas siguen viviendo de la caridad de ONGs como “Cruz Roja”, “Manos Unidas”, “Médicos del mundo”, etc. Mientras que alrededor de ellos utilizan los campos y el agua que tanto necesitan para labrarse un porvenir en la construcción de resorts de lujo y campos de golf que nunca podrán utilizar. 

niños haitianos en una carpa de la Cruz Roja en Haití.
 
-          Política.

Michelle Martelly se convirtió en el primer presidente electo que sucedía a otro presidente electo en toda la historia del pequeño país caribeño, el 14 de mayo de 2011.

 El proceso electoral con el que consiguió llegar al poder estuvo, como ya había estado los anteriores procesos, rodeado de caos y denuncias de fraude electoral. Tras una primera ronda, realizada en noviembre del 2010, en la que muchos ciudadanos no pudieron votar porque sus nombres no aparecían en las listas del censo electoral, mientras que fallecidos por el terremoto si lo hacían, doce candidatos, incluido Martelly, denunciaron un caso de fraude flagrante en favor del candidato oficialista, Jude Celestin, y pidieron que se cancelase el recuento. La comunidad internacional  no aprecio que se hubiera realizado tal fraude e hizo caso omiso a las exigencias de los candidatos. Celestin resultó ganador y Martelly acabó tercero y, por tanto, sin posibilidades de presentarse a una segunda vuelta. Tras varios días, en los que se habían producidos revueltas en favor de Martelly, la comunidad internacional aceptó que el fraude que se había producido había afectado en mayor medida al resultado de lo que ellos pensaban en un principio, y paralizó la realización de una segunda vuelta hasta que se llegase a un acuerdo entre todas las partes para ver quiénes eran los dos candidatos que concurrirían a esta segunda vuelta. Estados Unidos y la ONU presionaban para que Celestin se retirase voluntariamente de la carrera presidencial y poder iniciar la segunda vuelta sin altercados ni conflictos innecesarios. La situación se desencalló cuando Hillary Clinton, Secretaria de Estado de los Estados Unidos por aquel entonces, acudió a Haití para reunirse con los tres aspirantes a candidatos, Michel Martelly, Celestin y la ex primera dama Mirlande Manigat. A la salida de la reunión, el candidato acusado de amaño renuncio a la presidencia dejando el camino libre para concluir el proceso electoral. 

Hillary Clinton a su llegada a Haití para la reunión.

En Mayo de 2011, Martelly tomaba posesión de su cargo como Presidente de Haití. El 7 de febrero de este mismo año, oficializaba su salida del gobierno al haber terminado su mandato legal sin tener a nadie a quien entregarle el bastón de mando. 

Michel Martelly junto a Barack Obama.

Cientos de ciudadanos protestaron por las calles de la capital denunciando el fraude electoral producido en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de octubre de 2015. Hasta Mayo de 2016, si todo marcha según lo previsto, Haití no tendrá un presidente electo.  
   
El caso de Haití muestra como los países industrializados no hacen nada por caridad o por intentar que la riqueza del mundo se reparta de manera más equitativa. A nosotros nos interesa los campos de golf, los resorts de lujo, instalar fábricas de nuestras multimillonarias marcas de ropa, etc. Que os beneficiáis de ello, bien, que no, es problema del subdesarrollo de país que no saben aprovechar los bonitos regalos que le hemos dejado. Hasta que los organismos supranacionales no pisen el terreno y se acerquen a las personas pobres que tanto dicen que quieren ayudar, los gobiernos y las empresas occidentales seguirán sacando tajada de la desgracia ajena.  


*No quiero acabar este reportaje sin recordar la muerte del periodista español, Ricardo Ortega, asesinado por disparos de soldados norteamericanos mientras cubría la revuelta armada en Haití del año 2004 como freelance para la cadena de televisión "Antena 3". En el año 2011, la Audiencia Nacional archivo la investigación sobre su fallecimiento por "falta de autor conocido".